“PEPE” MEADE, SUS ENCUENTROS PRIVADOS Y EL DESORDEN DE SU VISTA A SINALOA

Redacción

La visita del precandidato del PRI a la Presidencia de la República,  José Antonio Meade Kuribreña transcurrió con el formato previsto; encuentros previamente programados y flujos  muy controlados que sólo con mucho arrojo y un poco de jugar al anonimato, fue posible vencer.

En anteriores visitas a Sinaloa como Secretario de Hacienda, Meade Kuribreña se vio como figura más alcanzable. Esta vez las medidas de control fueron más rígidas. La llegada al aeropuerto se hizo en un ambiente discreto y el desayuno con cuadros de la élite tricolor lo fue mucho más.

Una figura privilegiada fue el multicampeon de boxeo, Julio Cesar Chávez, que fue invitado junto con sus hijos. Sentado en los espacios abiertos antes de acceder al salón de cierto hotel que es más recordado por la tragedia del verano pasado. El Cesar del boxeo tuvo conversación por cinco minutos con el precandidato, pero el contenido y efecto quedaron totalmente cerrados gracias al celo del equipo organizador de la visita.

Por ahí hicieron valla de recepción los senadores a punto de firmar las hoja de salida; Aarón Irizar, Diva Hadamira y Daniel Amador, cuyo aspecto físico y la forma de desplazarse ya se ven más dificultosos. “Está a dieta”, dicen. Ya calado con el chaleco, el garbo se recuperó un poquito.

Por ahí, inopinadamente y un poco a fuerzas, Mario Zamora saltó en el momento exacto que Meade y Julio se levantaban para despedirse y los enganchó para tomarse la foto. Todo fue testimoniado por las camaradas de los equipos del priísmo estatal y los que siguen minuto a minuto la agenda del pre abanderado. Algún medio no invitado, mucho menos programado, quien en espacio posterior fue invitado a abandonar el lugar, muy amablemente, por cierto Jefe de área de la estructura nacional.

Claro que la convocatoria con coincidente sello foxista, fue desoído por el reportero.

La reunión con las figuras de estructura y de militancia añeja fue mucho más controlada. Acompañó Enrique Jackson, que lucía incomoda faja lumbar y que muy educado rechazó la entrevista; estuvo Francisco Labastida, que pintó a Meade como candidato desde ya, figura ideal y poseedor de la panacea para el País, pero a AMLO, duro contendiente en aquel amargo año 2000 le enganchó el estigma doliente de la regresión y el socialismo.

Estuvieron, Pablo Moreno Cota con Irma, su hija, llevada de la mano; estuvo Jesús Aguilar, que huidizo, se deslizó por los laterales y respondió que “no” a la grabadora de una reportera.

Los infaltables imprevistos no se dejaron se registrar. Un Andrés Amílcar Félix que se filtró por la puerta sin haber sido anotado en la lista de invitados con derecho a mesa y poco después un Jesús Valdés que llegó cuando ya estaban pasando los créditos de la película.

Ya después, al llevar a Meade con las multitudes, los cuadros de atractivas gimnastas, el estruendo de la frenética batucada que elevó hasta lo imposible el retumbar de  tambores y el animador de inquietante voz. El lleno tradicional, esta vez en el Salón 53 con gente acarreada de todo el Estado y que madrugaron y no comieron, además, que no pudieron ingresar, eso sí, supieron que los gargantones de la política comerían en “La Primavera” y ellos en la carretera.

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