*Cambian políticos las campañas de “carne y hueso” por las virtuales
Redacción / ¡Aquí…Política con Tambora!
Actualmente la clase política mexicana se encuentra inmersa en un autoengaño que la aleja gradualmente del pueblo y cuyo resultado evidente es el rechazo ciudadano.
No podemos negar que la mayoría de los políticos contemporáneos — salvo honrosas excepciones — están idiotizados por el encanto millennial y ello los mantiene atrapados en dos realidades muy distantes: la de carne y hueso donde la gente sufre, siente y pide ayuda; y la cómoda: la de las redes sociales, likes, transmisiones en vivo, selfies y memes ridículos para llamar la atención. Si no entendió, márquele a nuestro editor responsable Xicoténcatl R. Barajas Escalante y le pasamos el pack.
En pocas palabras tenemos políticos muy pobres que buscan disfrazar esa miseria con el oropel digital que tanto se ha puesto de moda.
Sí, leyó usted bien: tenemos políticos muy pobres.
Usted se preguntará: bueno pero si andan en Suburbans, Tahoes y hasta Hummers; almuerzan en los mejores restaurantes, visten ropa costosa y viajan más que los Jeques árabes, ¿cómo pueden ser pobres?
Obviamente no es referencia al aspecto económico, sino, a la oferta política que pregonan.
¿Qué proponen que no se haya planteado en años?
¿Qué soluciones tienen que no se hayan proyectado en el pasado y que no se cumplieron?
¿Qué diferencia hay entre ellos y el resto de candidatos que ya desfilaron por la pasarela electoral?
Muchos ya le dieron la vuelta al carrusel político y aunque ya se les cansó el caballo siguen engolosinados con el presupuesto público: han sido presidentes municipales, diputados locales, diputados federales, senadores y aun así continúan prometiendo las mismas argucias que en algún momento fueron creíbles pero que ahora se han convertido en una mentada de madre para el electorado.
Ahora llegan cabalgando en el corcel millennial y utilizan las redes sociales para refrescar el viejo discurso acartonado, presumen ser candidatos de territorio y recorrer colonias, comunidades y sindicaturas pero en los hechos no aguantan más de una hora en los puntos. En cuanto se toman la foto con la viejita, el niño y la mamá soltera — como si fueran productos de utilería — o bien, al terminar sus transmisiones en vivo desde Facebook Live, se suben a sus camionetas lujosas, se untan gel antibacterial, y siguen los recorridos por protocolo sin que exista un interés real en compenetrarse en las problemáticas.
Eso sí, se sienten los rock stars de la política por abandonar temporalmente sus oficinas refrigeradas y haberle dado la mano a un pobre de utilería. Las redes juveniles de los partidos políticos comparten la imagen y destacan el mérito de haber visitado tal o cual lugar que por supuesto no volverá a frecuentar hasta nuevo proceso electoral.
Para agrandar el autoengaño y llenarse los bolsillos de dinero, los gurús del marketing político promueven la venta de los famosos bots, es decir, perfiles falsos para que en un lapso de… ¿qué le gusta? ¿30 minutos?…sí, en un lapso de media hora, miles de robots virtuales, conviertan la cuenta de cualquier “chango mecatero” en una popular con cientos de likes falsos y perfiles hablando maravillas de ésta.
El político se está durmiendo en sus laureles y se siente confiado en su estrategia digital, el problema es que se asume con el poder para relegar a los medios de comunicación tradicionales, despreciando tanto a reporteros, columnistas, camarógrafos, corresponsales, fotógrafos, redactores, conductores de noticias, quienes buscan cuestionarlos a nombre de la ciudadanía.
El concepto del filósofo Marshall McLuhan, de “Aldea Global”, perdió fuerza ante la llegada de las social media y el surgimiento de burbujas virtuales en las que viven inmersos ciertos grupos que no son capaces de ver otras realidades, ahí han quedado muchos de nuestros políticos que desdeñan el trabajo de quienes se han preparado para hacer periodismo y permitir el flujo de una comunicación vertical y no solamente unidireccional o autoritaria como ellos aspiran.
¿Se está volviendo acaso realidad la profecía del escritor, académico y ex político canadiense Michael Ignatieff? Éste advertía que si internet sustituye a la política, desaparecerá todo contraste con la realidad y no habrá ninguna ocasión para que un votante contemple en persona a un político y tome la decisión de confiar en él o no, de creerlo o no.
Tomando en cuenta los datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares, el número de usuarios de internet es de 71.3 millones, esto de un total de 127.5 millones, es decir, más de 56.2 millones de mexicanos no tienen acceso a la información que los políticos comparten en sus redes sociales. Los spots de radio y televisión no incluyen la propuesta y la opción más viable para compartirla es la prensa escrita: revista y periódicos, sin embargo los candidatos desdeñan ambos medios por representarle costos, tanto políticos ante los cuestionamientos del reportero, como económicos en caso de contratar espacios para difundir sus propuestas.
Entonces, ¿cómo le hacemos?
Más temprano que tarde el político entenderá que la popularidad en redes sociales es una ilusión, que “los bots no votan” y que la relación periodista y / o político es indispensable, pues como diría Salvador Freixedo: se aman y se odian; se necesita y se detestan; se construyen y se destruyen, pero a la larga no pueden vivir los unos sin los otros.