- En campaña hizo lo mismo.
Redacción/ ¡Aquí…Política con Tambora!
Andrés Manuel López Obrador estuvo en Culiacán. Por casi tres horas Gobierno del Estado creó condiciones de estancia del mandatario electo en un ambiente controlado con barreras y vallas metálicas tendiendo el camino que en estricto debía caminar el visitante y su equipo; permitió los contactos convenientes y utilizó incluso a los periodistas con muro de control para blindar el edificio de Palacio de Gobierno.
La reunión entre los miembros del gabinete estatal y el equipo que acompañó a AMLO fue estrictamente privada, aunque después trascendió en voz de los Diputados Federales y Locales, que los temas fueron cualquier cosa, menos algo ultrasecreto, por tanto no se justificó que los periodistas fueran dejados afuera; pero eso sí, a AMLO jamás se le condujo a la conferencia de prensa.
El escenario fue el inmueble de los poderes estatales; el Gobierno sinaloense tuvo cuidadosamente preparado para que los representantes de los medios de comunicación permanecieran en las escalinatas frente a la calle y detrás de ellos empezaban las barreras metálicas; al lado izquierdo la valla que marcaba el sendero por toda la planta baja hasta la puerta principal del ala central. El presidente electo tuvo el primer y único encuentro fugaz con los comunicadores y sólo los corresponsales nacionales tuvieron libertad para la entrevista.
Los Diputados Federales y Locales, la propia senadora Imelda Castro, vivieron los efectos del mismo trato marginal. Ya subían al primer piso, ya bajaban y salían al frente de la avenida y “alguien” los regresaba, pero nunca hacia el punto de encuentro con AMLO. Sólo Rubén Rocha supo todo el programa y siempre se mantuvo a pocos metros del presidente electo morenista.
El público para dar la recepción fue casi en su totalidad, de funcionarios y empleados del propio gobierno estatal; se les vio aglomerados a lo largo de las barreras metálicas marcada con una malla negra; en los balcones de los tres pisos del edificio otro numeroso grupo de ellos, expectantes, pero cuidando muy bien de no exclamar algún saludo al visitante. López Obrador cumplió la parte protocolaria, permitiendo la toma de decenas de selfies y en medio de saludos directos al respetable y el gobernante, Quirino Ordaz, tuvo que regresarse en varias ocasiones para esperar a su invitado.
Luego los periodistas, alrededor de cincuenta de ellos, fueron llevados por el mismo pasillo, pero a un sitio distinto; el ala de descanso entre las escaleras que llegan desde el segundo y el tercer piso; ahí estaban correctamente dispuestos cercos de control más sutiles, plataforma para camarógrafos, sistema de sonido por el que se impartieron las últimas órdenes de no rebasar ese marco y se indicaba “a los que no sean periodistas, que guarden orden o nos vamos a ver en la penosa necesidad de sacarlos”. Al frente una plataforma con estructura que mostraba las figuras de Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cardenas, abajo la leyenda alusiva a “La Cuarta Transformación”.
Aparecieron ahí los maestros de la Brigada Misael Núñez Acosta, los militantes de la CUCS y las madres y esposas de desaparecidos. Hubo un primer intento por retirarlos; estos se resistieron y curiosamente todo quedó en total tranquilidad.
Una hora y media después llegó el aviso del área de comunicación pidiendo las consabidas “disculpas”, porque a López Obrador ya no le alcanzaba el tiempo para tomar el avión que lo llevaría a La Paz.
Cundió el desencanto; algunos periodistas esbozaron las suaves sonrisas con el gesto de quien fue tiernamente engañado y con la retirada, los tapones de blindaje fueron desocupados. Palacio de Gobierno volvió a la rutina.