Por GYP
Persisten en el Congreso del Estado de Sinaloa serios diferendos y conflictos, no sólo entre las distintas fracciones parlamentarias, lo que pudiera considerarse normal y hasta cierto punto benéfico, pero lo que más da de que hablar, son los roces y discrepancias entre los mismos integrantes del grupo mayoritario de Morena; sin embargo, todo ello no es más que una simple reacción o efecto sintomático, de aquello que etiológicamente le da origen: la IMPROVISACIÓN Y FALTA DE TALENTO de los legisladores de la llamada Cuarta Transformación.
Pero que se incurra en pifias por acción u omisión no es lo más grave, pues a final de cuentas y rememorando a Juan Jacobo Rosseau, nadie nace sabiendo o con una personalidad y un juicio predeterminados; lo realmente lamentable aquí, es que a siete meses de iniciada la 63 Legislatura, no se percibe en estos bisoños diputados un interés por prepararse o, por lo menos, por documentarse a fondo sobre los procesos y protocolos que se deben seguir, o bien en torno a los temas que se analizan y dictaminan tanto en comisiones como en el pleno.
La percepción generalizada es que los asesores les redactan las iniciativas, posicionamientos y réplicas, para que éstos simple y llanamente procedan a darles lectura en tribuna, lo cual, no sobra decirlo, lo realizan además con una retórica discursiva muy deficiente.
En estos momentos, el asunto que ocupa y preocupa a los morenistas, es la búsqueda de estrategias que puedan debilitar y/o afectar política y mediáticamente al gobernador, con miras a su relevo en el 2021.
Esta situación es prácticamente la misma a nivel nacional, ya que el Movimiento de Regeneración Nacional es básicamente un colectivo social que, admitido por muchos de sus propios militantes, está muy lejos de convertirse en un partido hegemónico, como en su momento lo fue el otrora onmipotente Partido Revolucionario Institucional, algo por lo que López Obrador suspira, respira y aspira.
La involución gubernamental que perfilan las políticas públicas regresivas, populistas y asistencialistas de AMLO, evidencian también un sesgo de añoranza por un régimen hegemónico de partido dominante, que tan peyorativamente fue catalogado por Vargas Llosa como la dictadura perfecta o la democracia imperfecta.
En Morena no se cuenta con una estructura real y, ocupados como están en controlar los excesos y desatinos de sus gobernantes, funcionarios y representantes populares, no están siendo capaces de ir tejiendo redes operativas que hagan un trabajo de tierra con miras al futuro; a final de cuentas, no todo puede lograrse con las «benditas redes sociales».
Ante este escenario, lo que lamentablemente se visualiza en nuestro país, es el enquistamiento de un régimen autoritario y dictatorial, que ya se ha empezado a construir con los procesos de centralización político-presupuestal y con las prácticas de avocación institucional que burocratizan y ralentizan la instrumentación de las políticas públicas, lo que poco o nada parece importarle al Presidente de la República y a su estrategia de comunicación unipersonal, donde hace uso de diversas estratagemas mediáticas como la victimización y el balconeo a los integrantes de su propio gabinete.
¡Qué bonita familia!