Redacción
Geraldine Bonilla, diputada local plurinominal de morena, es de las que suben a tribuna en el pleno del Congreso del Estado sin conectar lengua con el cerebro a abordar temas que en realidad no domina, sin embargo, su atrevimiento la hace ver como una mujer con iniciativa, pero en realidad actúa como robot dirigido para darle lectura a legajos que le proporciona su líder Graciela Domínguez Nava sin siquiera saber el trasfondo o la finalidad de los posicionamientos.
La joven legisladora originaria de Estación Dimas del municipio de San Ignacio, es otra morenista más que al igual que la diputada federal Merary Villegas se sacó la lotería en la tómbola de la suerte.
Hasta el día de las elecciones, Geraldine no pensaba que su vida cambiaría de la noche a la mañana, cuando las cifras de votos aumentaban gracias al efecto de Andrés Manuel López Obrador y, cuentan quienes la conocen, que su nerviosismo también se hizo evidente al no saber lo que haría sentada en una curul.
Así llegó el día en que rindió la protesta de ley convirtiéndose en la diputada más joven de Sinaloa y habrían de pasar tan solo unos meses de debut para ir cambiando hasta de paso, pues en los corrillos morenistas se dice que traicionó a la diputada federal, Olegaria Carrazco, la misma que le dio los mejores consejos como si fuera su hija.
Ahora, la sanignacense hace migas con el diputado más controvertido del Congreso sinaloense, Pedro Villegas Lobo sintiéndose los dos todopoderosos y olvidándose de su verdadero origen y de su quehacer en el parlamento.
Ambos acusan sin sustento a sus propios compañeros de bancada y no se diga a los demás diputados de las demás fracciones partidistas, así como a periodistas y a la emblemática Universidad Autónoma de Sinaloa, institución educativa que ya les hizo ver cuántas son cinco.