Xicoténcatl Barajas
Del síndrome de superioridad, opulencia, vanidad, excesos y derroche tampoco se escapan los diputados locales emanados de morena; ellos también tienen sus gustitos y corazoncito y deseos de prosperar y salir adelante, más, cuando algunos han vivido con frustraciones y graves desajustes emocionales.
Así, en la legislatura de la locura, en la que los diputados se lanzan dimes y diretes teniendo como expectantes a una sociedad harta de tanto circo, maroma y teatro, sobresalen quienes están sedientos de aparentar lo que no es: representantes y redentores del pueblo.
Por el Palacio legislativo de Sinaloa han pasado de todo tipo de figuras y figurines, así como remedos políticos, y no hay quien se resista a cambiar hasta de paso con vanidosas cirugías estéticas que son costosas o hasta no pisar el suelo al manejar vehículos motrices de finas marcas y que llegan a superar el millón de pesos, más de lo que pudieran haber ganado trabajando como cualesquier hijo de vecino.
En esa tesitura se encuentra Fernando Marcareño, quien le presumió a quien esto escribe que la lujosa camioneta en la que se transporta fue un regalo, sin aclarar de quien y de donde vino, por lo que sería sano que el Sistema de Administración Tributaria de la Secretaría de Hacienda o, bien, el mismo presidente de la Comisión de Fiscalización del Congreso del Estado, el diputado morenista Marco Antonio Zazueta abra una investigación a su compañero, también a sus compañeros, pues el buen juez por su casa empieza.
A Mascareño, la suerte le dio sus primeras sonrisas en la política cuando Jesús Aguilar Padilla portaba la camiseta del PRI como candidato a la gubernatura de Sinaloa. Fernando Mascareño en ese tiempo era un jovenzuelo con ansias locas de figurar en la politiquería y, desde luego, estaba dispuesto a no desaprovechar ninguna oportunidad para debutar en la farándula y así practicar el deporte de engañar a la gente.
La explanada del PRI estaba a reventar, la banda tocaba las mejores piezas del gusto del candidato originario de Cosalá y las porras de los asistentes hacían un eco estruendoso, mientras que un grupo de jóvenes comandados por un sobrino de Aguilar Padilla, entre ellos, Fernando Mascareño y su entrañable amiga Albita Aguilar Amezquita, alzaban en hombros a quien se convirtiera en gobernador después de las elecciones.
El sueño de Mascareño era llegar a dirigir el desaparecido Frente Juvenil Revolucionario del PRI y creyó que el haber cargado en el pescuezo al abanderado tricolor fue mérito suficiente para ungirse como líder de las juventudes del otrora poderoso partido.
Sin embargo, no fue así, Fernando gozaría de privilegios al lado del Coordinador de Comunicación Social del gobierno aguilarista, José “Pepe” Domínguez, un ex comunista de la liga 23 de septiembre con quien fincó una afectuosa relación que sirvió para que obtuviera su base sindical como burócrata comisionado a tareas muy particulares del entonces encumbrado funcionario estatal.
Pasado el sexenio y al ver que las condiciones del PRI eran adversas en el terreno electoral, presagiándose la derrota en el 2010 de Jesús Vizcarra Calderón, Fernando Mascareño buscó nuevos horizontes y decidió emigrar a la corriente malovista, donde otro golpe de suerte estaba por llegarle.
Ya gobernando MALOVA, Mascareño con su característica habilidad para la zalamería y con sus aires de grandeza se cruzó en el camino de la familia Labastida, contrayendo nupcias con la hija del ex gobernador Francisco Labastida Ochoa, quien nunca aprobó tan aberrante relación, según quienes conocieron de cerca ese romance, el cual no terminó muy bien.
Al arribo de Quirino Ordaz Coppel como gobernador de Sinaloa, como buen conocedor de las finanzas empezó hacer ajustes y giró instrucciones al área de Recursos Humanos para transparentar la nómina, pues estaba dispuesto a no tolerar aviadores en su administración.
El nombre de Fernando Marcareño, “botó” en el sistema computacional y de inmediato fue requerido para que se pusiera a trabajar como todos los sindicalistas que checan tarjeta, pero este acostumbrado a la vida fácil y al tráfico de influencias buscó quien lo rescatara para seguir cobrando como aviador, no encontrando respuesta favorable en ninguna de las áreas y mintió al decir en Recursos Humanos que ya tenía su adscripción en la Coordinación de Comunicación Social.
Ahora, Fernando Mascareño se sacó la lotería al ser electo diputado local abanderando al extinto Partido Encuentro Social gracias a la ola que generó el tsunami de Andrés Manuel López Obrador y, en su ambición desmedida y sed de poder se da lujos que no coinciden con sus ingresos, ni sumando todo lo que percibe en la SEPyC y la diputación.