Agustín Barajas
A Juan Sigfrido Millán Lizárraga, ex gobernador de Sinaloa, hay quienes lo conocen como “el asesino del sindicalismo” porque después de haber crecido políticamente en las lides obreras de la funesta Confederación de Trabajadores de México (CTM) y ostentando el poder ejecutivo estatal se convirtió en un empresario prominente en diversos giros, como la construcción y el restaurantero, olvidándose de los ideales del obrerismo.
Históricamente, el rosarense de nacimiento y cachanilla por adopción, es conocido por sus contemporáneos por ser proclive a la traición y a la conveniencia; habilidoso para inmiscuirse e igualarse con empresarios y políticos de talla y, astuto para efectuar actos legaloides y leoninos, como aquellos contratos colectivos de trabajo que negoció con la parte patronal siendo dirigente de la Federación de Trabajadores de Sinaloa (FTS).
Surgido en el argot de la política en la década de los años 70 del siglo pasado, Millán Lizárraga de forma acomodadiza supo “colarse” en el proyecto político del extinto Alfonso Genaro Calderón Velarde, uno de los mejores gobernadores que ha tenido Sinaloa y que fue emanado de las filas cetemistas cuando la poderosa organización obrera era liderada por el también finado Fidel Velázquez Sánchez.
Pero más que deberle a Calderón su ascenso en la política, fue la suerte la que le sonrió antes de ser político, al cultivar una amistad con la Familia Herrera y Cairo, iniciada ésta en la ciudad de Mexicali, Baja California y, que gracias a ella, el destino lo cruzó en el camino de Calderón Velarde.
Juan Millán en su juventud viajó junto a su señora madre, la maestra Lucía Lizárraga Macías a la desértica ciudad fronteriza en busca de un mejor futuro y, estando radicados allá, el rosarense se empleó en una empresa de don Othón Herrera y Cairo, más o menos a finales de los años 60.
Su trabajo consistió como peón de una de las cuadrillas que se desplegaban por las cuatro ciudades más importantes del Estado bajacaliforniano, identificando con nomenclatura las viviendas y señalizando sus calles.
El pago lo percibía cada semana y, era don Othón quien de manera personal se encargaba de entregar la raya con lista en mano a cada trabajador.
En la primera que Juan Sigfrido recibió, leer su nombre causó sorpresa al veterano sinaloense que por amistad con el entonces gobernador de aquella entidad – Braulio Maldonado- tenía la concesión de darle identidad y señalización vial a las ciudades y pueblos vecinos de Estados Unidos.
Fue entonces que le preguntó por su origen y que si su padre era el profesor Juan Manuel Millán Muñoz – político y promulgador del agrarismo en el sur de Sinaloa – muy querido en El Rosario y que fuera asesinado por el legendario gatillero a sueldo Rodolfo Valdez “El Gitano” en el autovía pasando por la población de Labradas, Villa Unión.
Contestándole Millán Lizárraga muy atónito: ¡no señor, él era mi tío!
De pronto se fundieron en un abrazo quiebra costillas y don Othón le expresó a Juan que, él y su tío habían sido muy buenos amigos y fundadores del primer sindicato de maestros en Sinaloa junto con la profesora Velina León de Medina.
Con su singular cortesía y humanismo, don Othón vio desde ese momento a Juan Millán con muy buenos ojos y hasta le presentó a sus hijos, haciendo mucha amistad con ellos, en especial con Sergio con quien cursó la secundaria y, que después, ya que se regresaron a Culiacán al cumplir su padre con la encomienda del gobernador Braulio Maldonado, invitó a su nuevo amigo, Juan, a visitarlos, dándole posada en su casa para que pudiera así realizar sus estudios profesionales, empleándose luego como maestro y locutor de radio.
Y fue la colonia Gabriel Leyva de Culiacán, a las riberas del río Tamazula la que lo recibió con los brazos abiertos, en la que Millán Lizárraga conoció a sus primeros amigos, los Roggers, los Guevara y los Lizárraga
Se reencontró también – por azares del destino- con paisanos rosarenses, como su prima Alicia López Zambrano, quien vivía enfrente de la vieja casona que es actualmente radiouas, la casa conocida como la del periodista, por ser ocupada por Ramón Martínez Montes, director de la revista MAS, fundador y primer presidente de la Asociación de Periodistas de Sinaloa (APS) y esposo de Alicia, ambos ya fallecidos.
Para muchos beneficiarios de Juan Sigfrido Millán Lizárraga es una leyenda política, lo consideran un maestro y hasta el mesías de la actividad más devaluada en la actualidad (la política), sin embargo, muchos de los adjetivos y calificativos que le endilgan no son los correctos.
Millán es hombre que no tiene amigos, se rige por la conveniencia y echa mano de todos los trucos y artilugios posibles para sacar ventaja personal y seguir en la jugada política y atraer los reflectores en un intento desesperado por no opacarse ante la nueva realidad política que se vive en México con Andrés Manuel López Obrador, quien por cierto, no lo quiere por sus antecedentes, así lo gritó a pecho abierto muchas veces en los mítines de campaña durante varios años.
Juan Sigfrido siendo dirigente de la FTS-CTM utilizó prácticas gansteriles y de gandallismo con las masas obreras y, al término de “las luchas” concluyó con un “chupón de dedos” en la boca tras haber negociado posiciones políticas que le generaron millonarios dividendos económicos, pero no para la clase trabajadora, sino, para su beneficio personal, como lo hiciera también a través de revisiones parciales de contratos colectivos de trabajo, surgiendo así compromisos con la clase patronal para no dañar las economías de las empresas.
Durante su trayectoria se distinguió por la falta de lealtad a sus jefes políticos, así como a los trabajadores estando al frente de la FTS-CTM, pues al inicio del liderazgo del nativo de La Noria, Mazatlán, Maclovio Osuna Balderrama, se desató una guerra sin cuartel entre el líder obrero Roberto Flores Portillo y Alfonso G. Calderón Velarde.
El primero, secretario general del Sindicato Industrial de Trabajadores del Estado de Sinaloa (SITES) y el segundo, secretario general de la Federación de Trabajadores de Sinaloa de la Confederación de Trabajadores de México (FTS-CTM) quién resultó ganador de esa lucha llevando al liderazgo a Osuna Balderrama con base sindical en Coca-Cola.
Gobernaba el Estado Alfredo Valdés Montoya, contra quién Calderón tuvo una serie de problemas, siendo Osuna Balderrama en ausencia del líder máximo de la FTS quien se encaraba con el gobernador para resolver problemas de índole laboral.
En ese entonces, Juan Sigfrido Millán Lizárraga fungía como jefe del Departamento de Inspectores del Transporte Público, cuyo titular de la Dirección de Tránsito y Transportes era el ex embajador Lic. Enrique Hubbard Urrea, originario de El Rosario, a quién la mafia del transporte le formó un cuatro, en el que participó Millán, renunciando Hubbard por dignidad a dicha Dirección, subiendo de inmediato Juan Sigfrido a la titularidad amparado y empujado por Calderón Velarde, quién ya como gobernador electo recibió de manos de él un estudio sobre el ordenamiento del transporte, sirviéndole para afianzarse y seguir al frente de la dependencia en comento.
Aquí fue cuando Millán empezó la escalinata en su carrera política gansteril, ya que, inició con el acumulamiento de riqueza al manejar fuertes intereses con transportistas prestanombres de poderosos grupos mafiosos de esa época.
Más tarde, Calderón lo hizo Senador de la República, Diputado Federal y Secretario de la Federación de Trabajadores de Sinaloa – CTM y, como respuesta a todos esos acomodos políticos le pagó con un enfrentamiento contra el veterano líder Maclovio Osuna Balderrama, a quién trató de sacudirse del (SITES) queriendo anular la titularidad del contrato colectivo de trabajo de embotelladores, así como de la empresa Envases de Sinaloa del grupo Zapata.
Esa lucha le costó mucho dinero a la FTS y Juan Sigfrido nunca pudo ganarle a Osuna Balderrama ni habiendo formado un sindicato fantasma utilizando a Cenovio Ruíz Zazueta para tal fin, el cual fue llamado de la Industria y el Comercio del Estado de Sinaloa, así como tampoco sacar a Alfonso G. Calderón con sus intrigas de la estima y ánimo de Don Fidel Velázquez Sánchez.
A Calderón, quienes lo conocieron de cerca aseguran que este nunca le perdonó a Juan Sigfrido la traición que le jugó al tratar de enemistarlo con el sempiterno líder de la Confederación de Trabajadores de México, Fidel Velázquez Sánchez para ocupar espacios dentro del comité nacional y metérsele hasta el “tuétano” a legendario dirigente, para así seguir escalando peldaños hasta llegar a ser gobernador del Estado con la camiseta obrera pero con mentalidad de empresario.
Ahora, de nuevo se enfrenta con socios políticos y de negocios que se conocen todas sus mañas entre sí, con Antonio Vega Gaxiola y el hijo de este, y se sabe que es por las ganancias de una sociedad anónima que administra la famosa cueva de Alí-Babá como muchos conocen el restaurante “Mar and SEA” ubicado en desarrollo urbano tres ríos de la capital del Estado.
Años atrás, también Juan Millán rompió lanzas con uno de sus secuaces, Joaquín Vega Acuña, “El alacrán” pues disolvieron la sociedad entre ambos por la marca del restaurante “El Farallón”, los motivos, fueron los mismos o parecidos, Millán las quiere ganar de todas-todas y no sabe ser buen perdedor, por eso entre abogados se ve, como en los años cuando el ex gobernador Antonio Toledo Corro lo quiso meter a la cárcel por la rifa de un carro, el cual se ganó su amigo entrañable Gonzalo Gómez Monrreal, papá de quien hoy es secretario general de Gobierno, Gonzalo Gómez Flores, premio que Juan no quería entregar y por lo cual se le libró una orden de aprehensión.