Xicoténcatl Barajas
El Partido Revolucionario Institucional, por sus siglas PRI, se encuentra en la cuerda floja definitiva por primera vez en casi 100 años de su existencia, siendo el logotipo político más detestable de México actualmente, tras años de escándalos y corrupción, pues está sofocado por la crítica de la sociedad mexicana, en donde al parecer ya no tiene más espacio que ocupar.
Perdiendo de forma aplastante y humillante las dos últimas elecciones de gran importancia a nivel nacional, su cadáver cada vez más en descomposición se arrastra de manera lenta hacia el abismo. Pero es en esa oscuridad, donde pareciera que se encuentra una leve esperanza de redención de la mano de Andrés Manuel López Obrador quien los ha desterrado poco a poco del poder, desde el año 2018.
Esto ocurre en aras del dictamen de la nueva reforma eléctrica propuesta por AMLO y su gobierno, que busca combatir la privatización de parte de cadenas extranjeras, y así devolverle sembrar las bases de una soberanía energética mexicana, autosuficiente, de manera que, los recursos nacionales sean en beneficio de la bandera tricolor y sus ciudadanos.
A lo largo de la historia, el PRI se ha caracterizado por ser el aval de la iniciativa privada y los grandes capitales mexicanos y extranjeros, pero hoy en día, en la encrucijada en que está sumido, las opciones de seguir siendo el guardián de unos cuantos le podrá costar la existencia o falta de influencia seria dentro del ámbito político mexicano futuro, pues, un par de elecciones más, sin muestras de renovación o nuevas propuestas, significarían una tumba segura.
Es por ello que, se encuentra ante una decisión vital, por un lado, tiene una pequeña oportunidad de limpiar una sucia imagen, ya muy quemada entre los mexicanos y tratar de salvar su pellejo para las nuevas generaciones de militantes o por el otro seguir con el esquema de los dinosaurios políticos y aliados que no piensan en una verdadera estrategia de oposición y terminar en el olvido junto a ellos durante los años venideros.
