Redacción
Las pugnas entre distintos actores políticos y sus allegados se han intensificado en el Estado de Sinaloa de manera prematura, con especial énfasis en Ahome, Culiacán y Mazatlán, pues, no han pasado ni siquiera 6 meses del inicio de la administración del gobernador Rocha Moya y comienzan a darse con todo, adelantándose al proceso electoral del año 2024 para el cual quieren asegurar un lugar a toda costa.
No son casuales los diferentes golpes mediáticos que involucran tanto a secretarios de Estado como a presidentes municipales o diputados locales, desde el “chapulineo” de un partido a otro en parvadas hasta la salida de los trapitos al sol de actos cometidos de manera mafiosa son el pan de cada día desde el inicio del 2022, demostrando la parte más sucia de la política.
La línea de recorrido trazada por muchos es la de sumar puntos en sus actuales puestos de trabajo, con la finalidad de en el 2024 ascender a una curul en el senado de la república, pero esto solamente como un trampolín para hacerse con una posible candidatura en un lejano 2027 a la gubernatura de Sinaloa.
Esta clase de actos o pleitos de lavadero entre servidores públicos dejan en evidencia ante la ciudadanía la clase de gobernantes que se tiene, siendo un material ciudadano para ejercer la crítica y ser más exigentes con las administraciones públicas y las legislaturas, pedir lo que realmente tienen que hacer en sus puestos, dejando de lado el proyecto político personal que carguen.
No obstante, pocos políticos con astucia suelen ser precavidos con esto, ya que lo personal se mezcla con lo profesional en la mayoría de ellos, buscando ejecutar venganzas hacia adversarios de la manera más cruel y mediática posible, puesto que el mensaje siempre es importante con la finalidad de borrar de la escena a quien obstruya intereses y advertir de las consecuencias a futuros aspirantes que no entren en sintonía.
¿Será esta clase política la que merece el pueblo de Sinaloa? Parece ser que, de nueva cuenta, como es usual ver la repetición en la historia social de México, la ciudadanía, es el tapete o suelo de combate de grupos minoritarios que capitalizan el poder por el poder.
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