Redacción
En medio de una ola de violencia que atraviesa el país y que hasta mediados del mes de mayo de 2022 ha hecho su presencia en Sinaloa, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, hizo su arribo en una polémica y casual gira, la cual comenzó con la conferencia mañanera en Culiacán para posteriormente trasladarse a Badiraguato, la famosa cuna de los más poderosos capos sinaloenses.
Con comandos armados circulando por las calles y enfrentándose a las autoridades en medio de cientos de sinaloenses inocentes, resultan intragables las declaraciones del gobierno al calificar como hechos aislados lo que es una realidad terriblemente normalizada, sobre todo, para quienes padecen el peligro de las balas sin deberla ni temerla y la desaparición forzada de algún ser querido diariamente.
El ojo público de la ciudadanía y su crítica no se hizo esperar ante este panorama en donde se da la gira presidencial, pues, no es un secreto que en junio de este hay diversos procesos electorales en varios estados del territorio mexicano, entre ellos Durango, tierra fronteriza con Sinaloa y, llama bastante la atención de los analistas un acercamiento del tabasqueño, los dirigentes de morena y afines, el interés por el Estado costero.
Esto mientras los partidos de oposición a MORENA hacen un llamado para garantizar la seguridad en los comicios electorales el 5 de junio, remarcando de manera enfática la solicitud de que las autoridades impidan que los llamados poderes facticos intervengan en las votaciones tal y como sucedió en el año 2021.
Quien encabeza dichas manifestaciones es el senador Mario Zamora que reiteradamente a acusado a la actual administración sinaloense de un contubernio con el crimen organizado, pero sin demostrar pruebas de tal acusación.
¿Qué significado tiene la inesperada y repentina visita de López Obrador y las aferradas e inmorales acusaciones de una supuesta oposición desesperada?
