A.B.Z
El desastre político que generó Jesús Estrada Ferreiro en Culiacán fue un retroceso enorme para sus habitantes que vienen padeciendo más inseguridad por la nula prevención de delitos y la falta de servicio públicos elementales como son la rehabilitación de calles, desazolve de arroyos, recolección de basura y la pavimentación de arterias viales para el desfogue del creciente parque vehicular, pues la capital sinaloense está sumida en un bache que, se espera que con la decisión tomada por el Congreso del Estado pueda salir de este, ya que, es inconcebible que un municipio y una ciudad tan pujante que aporta mucho al Estado y al país se haya paralizado por un energúmeno que se enfermó de poder y quiso erigirse como dictador al estilo Hitler, pisoteando los derechos de los culiacanenses, haciendo alarde de su amistad y relación personal con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien por fin entendió y se dio cuenta de la grave crisis política y de gobernabilidad que provocó el desaforado Alcalde que salió huyendo de México para no enfrentar las consecuencias jurídicas de los delitos que cometió y que fueron imputados por la Fiscalía General del Estado. Lo que se ha vivido en Culiacán, es sin duda una experiencia amarga que todos los ciudadanos deben analizar por el bien de sus pueblos porque elegir a personas a ciegas, sin conocer bien su perfil y trayectoria de vida se puede convertir en una catástrofe que con el tiempo resultará contraproducente para la sociedad, como fue el caso en comento. Ahora, el reto del presidente municipal sustituto, Juan de Dios Gámez Mendívil, es poner en marcha un plan urgente de rescate para el municipio al que le urge mucha inversión en infraestructura urbana; por lo pronto, el júbilo de la gran mayoría de los culiacanenses se percibe por las calles de colonias populares y sindicaturas, así como por ejidos y campos pesqueros, núcleos sociales que estuvieron en el total abandono.
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