- Caso “Mayo” Zambada, Cuén y “Chapito”; las versiones extraoficiales y oficiales lo enredan más que un trompo
Xicoténcatl Barajas
Después del 25 de julio en Culiacán, Sinaloa y México nada es igual. El enredo y misterio entorno a la aprehensión en el Paso, Texas, Estados Unidos de Norte América del legendario capo sinaloense Ismael “Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López, uno de los hijos de su compadre, el también narcotraficante, Joaquín Guzmán Loera, preso de por vida y, la muerte del ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y ex alcalde de Culiacán, Héctor Melesio Cuén Ojeda, siguen dando de qué hablar entre la vox populi, los “narcoplaticantes”, opinadores que ni siquiera conocen Sinaloa y otros que se quieren vender y ser protagonistas como los mejores periodistas y analistas de probeta del fenómeno del narcotráfico que ha estigmatizado a Sinaloa por décadas y que ha tenido injerencia en la política sin poderse ocultar, arraigándose como una cultura insana en nuestras vidas. Eso, siempre se ha sabido, así como las conspiraciones amalgamadas entre gobiernos y crimen organizado que se ven y se cuentan en series televisivas, pero hoy, es más esplendoroso el acontecer delincuencial maximizando con el bombardeo de información que circula incesante por las redes sociales y sitios web sin control, morbo consumido por los ciudadanos que están confundidos y atemorizados por no saber a ciencia cierta cual es la verdad y qué pueda pasar con la seguridad pública por este asunto que está más enredado que un trompo y, que mientras surgen versiones extraoficiales y oficiales se enreda más y más, dejando entrever un complot de poderosos mal fraguado que se salió de control como ya es del dominio público. Díceres hay muchos, contradicciones también, pero lo más seguro es que la verdad nunca saldrá a la luz pública como otros crímenes que han impactado al país, tal es el caso del asesinato de Luis Donaldo Colosio, ex candidato del PRI a la presidencia de México y más antes el del periodista Manuel Buendía, de los primeros investigadores y escritores del flagelo del narco de los años 80 del siglo pasado, así como el de los comunicadores sinaloenses Oscar Rivera que fue vocero de seguridad en Sinaloa y Javier Valdez quien escribía de narcotráfico en años más recientes y, otros asesinatos de tantos políticos de toda la nación que de una u otra forma tuvieron relación directa e indirecta con la política y la delincuencia organizada y que por tener información y conocimiento del amasiato entre autoridades y hampones pagaron con sus vidas. Y este tema es muy especial por las circunstancias y por las personas involucradas, así como por las opiniones generadas y por la fricción del gobierno mexicano con el estadounidense, ante el cual a AMLO no le ha temblado la voz ni la mano para reclamarles su posible intervención. Sea cual sea la verdad, es innegable que la clase política nacional y estatal, sino fue manchada sí fue tiznada en plena transición de poderes federales, las vísperas de la elección en USA y cuando ya en Sinaloa suenan nombres para la sucesión gubernamental, aun cuando faltan 3 años para que concluya el sexenio de Rubén Rocha Moya.
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