Redacción
Con la llegada a finales del siglo pasado de la doctrina política y económica neoliberal, la vida de los mexicanos en todas sus manifestaciones sufrió un cambio sustancial y con ello el tráfico de narcóticos también; el cual se convirtió en una maquinaria empresarial bien organizada en toda la expresión de la palabra, capaz de inmiscuirse en las decisiones del estado y fortalecerse con ellas a efecto de perpetuar sus activas y establecerse como los verdaderos gobernantes del país.
Sería a partir de los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, y Peña Nieto, que el monstruo el cual hoy devora a Sinaloa y el resto del país desde sus entrañas, cobraría forma y se convertiría en la amenaza que hoy representa para la vida de miles de mexicanos quienes directa e indirectamente se ven afectados por la simbiosis que el fenómeno del narcotráfico y el estado han hecho durante décadas.
Por otra parte, el factor Estados Unidos y su intervención a través de las agencias de seguridad y policía antidrogas han jugado también un papel determinante en la crisis bilateral de la guerra contra las drogas; con el vecino país del norte poniendo los dólares y las armas, mientras que, en tierras mexicanas los muertos los ponemos nosotros, usando con fines políticos e injerencistas como brazos armados a estos carteles de la droga.
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador el enfoque ha sido en otra dirección, una que jamás, quienes vieron como botín personal a la nación habían querido atender; las políticas de bienestar que han tenido como objetivo atender las causas estructurales del problema son una realidad, con los adversarios y críticos del actual régimen quienes no escatiman en estigmatizar y reprochar que se hagan valer los derechos humanos y dignificar la vida de millones de mexicanos rezagados por el sistema.
Sin embargo, parece que, 6 años no serán suficientes y tampoco la falta de un combate frontal con inteligencia que pueda salvaguardar la paz de los presentes en pos de los futuros, ya que, una de las insignias de este gobierno ha sido el no utilizar la fuerza para garantizar resultados en materia de combate al tráfico de drogas, lo cual le ha cobrado factura con la vida de muchos compatriotas que han sido víctimas a lo largo y ancho del país de la disputa de distintas organizaciones por el control absoluto de dicho negocio tan lucrativo que tiene como principal cliente al tío Sam.
Ahora, a unos cuantos días de finalizar su sexenio, en medio de la confusión y la intervención del gobierno gringo por debajo de la mesa, una nueva guerra al interior del Cartel de Sinaloa se desató en la capital del estado sinaloense, robando la paz, el derecho a la libertad, el desarrollo de las infancias y la sana convivencia a miles de culiacanenses que claman con gritos desgarradores un cese al fuego por el bien de todos.
Los cuales tampoco, al parecer, han sido escuchados por los pistoleros que han secuestrado la vida en Culiacán y su alma, así como tampoco han hecho eco en todo su dolor y profundidad en AMLO, a quien despiden con un baño de sangre de muchos inocentes, dejándole una difícil tarea a su sucesora Claudia Sheinbaum Pardo, quien tiene un compromiso muy importante con la tierra de los once ríos y un trabajo que pueda garantizar la paz y la libertad en ella.
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