EL LIBRO DE NORMA CORONA QUE NUNCA SE PUBLICÓ

  • Los archivos se perdieron tras la muerte del comandante Lucio Adolfo Romero Rodríguez, asesinado en el estacionamiento del Congreso del Estado el año 2001
  • Teresa Guerra Ochoa, César Julio Saucedo Barrón y Audómar Ahumada Quintero, ¿qué relación tuvieron como bancada perredista?

Xicoténcatl Barajas

Sinaloa, tierra bravía bañada de sangre desde hace décadas debido al flagelo del narcotráfico que se arraigó, también vio morir en una de sus épocas más violentas a la doctora Norma Corona Sapien, pionera e impulsora de los derechos humanos en la entidad, además, catedrática de la Universidad Autónoma de Sinaloa, y muy reconocida en Culiacán.

Asesinada el mes de mayo de 1990 por balas disparadas por gatilleros que – se dijo- formaban parte de un escuadrón de la muerte dirigido por mandos policiales de la desaparecida PGR y PJF, estando como gobernador, Francisco Labastida Ochoa.

En aquellos años, los narcotraficantes también libraban una cruenta batalla entre sí, de acuerdo a datos publicados en medios de comunicación de ese entonces y otros aportados por ciudadanos que recuerdan algunos hechos sangrientos y misteriosos que siguen estando en la memoria colectiva, como es el caso de la doctora Norma Corona.

Como en todo crimen de alto impacto por cometerse en contra de personajes, las hipótesis y versiones entorno a los posibles móviles y autores, tanto intelectuales como materiales, surgen de boca en boca, los abordan periodistas “especializados” en nota roja, líderes de opinión y cada ciudadano va sacando suposiciones sin llegar nunca a la verdad, menos en estos tiempos en que la desinformación vía redes sociales circula a toda prisa.

Con el paso de las décadas hay quienes todavía platican y rememoran tal felonía que llevó hasta la composición de un corrido interpretado por “los tigres del norte”, así como al asesinato de uno de los policías investigadores de la extinta Policía Judicial del Estado, Lucio Adolfo Romero Rodríguez que participó en tan compleja investigación y quien poseía un valioso archivo de toda esa pesquisa, el cual pretendió convertir en libro.

Sin embargo, por la falta de recursos económicos y por decisión muy personal la publicación no se llevó acabo, además, posteriormente fue ejecutado a balazos en las propias instalaciones del Congreso del Estado de Sinaloa en el año 2001, cuando se desempeñaba como auxiliar y chofer del diputado perredista, César Julio Saucedo Barrón de Mazatlán, quien, junto con el ex rector de la UAS, Audómar Ahumada Quintero y la sempiterna diputada plurinominal, Teresa Guerra Ochoa, componían la bancada legislativa del Partido de la Revolución Democrática, en el sexenio de Juan Sigfrido Millán Lizárraga.

El comandante Lucio Adolfo murió en la ruina, abandonado por el sistema gubernamental al que sirvió y más triste fue, que el legislador con quien trabajaba en ese momento lo negó el día de los hechos, limitándose a decir que era un simple lavacarros y que no lo conocía.

Meses atrás, el ex policía originario de Guaymas, Sonora, quien anduvo huyendo por las constantes amenazas que recibía -aun con el paso de los años de la muerte de la defensora de los derechos humanos – le platicó al director fundador de esta Revista de información política, Agustín Barajas Zambrano, recién fallecido, que todo el tiempo en que estuvo ausente de Culiacán se dedicó a trabajar para barcos camaroneros en altamar, y que justo por eso conoció al diputado perredista Saucedo Barrón, quien se decía redentor de los pescadores.

Romero Rodríguez fue muy insistente con el periodista para que le ayudara a concretar la publicación del anhelado libro, sin embargo, por asuntos de tiempo y no poder patrocinar dicha obra por ser muy costosa, decidió el investigador entregar el archivo completo – así lo comentó en vida- a la entonces diputada local, María Teresa Guerra Ochoa, quien se interesó mucho al ver el acervo que tenía en sus manos y que bien valdría la pena sacarlo a la luz pública bajo su autoría.

Después de la muerte del policía Lucio Adolfo Romero Rodríguez jamás se supo dónde quedaron los archivos, si estos fueron plasmados en las páginas de algún libro o no, lo único que sí se pudo saber fue el acto de humanismo que tuvo el diputado y ex rector de la máxima casa de estudios, Audómar Ahumada Quintero hacia la familia del fallecido investigador, pues fue precisamente él quien como líder de la bancada perredista se hizo cargo de los gastos del funeral y el traslado del cuerpo hasta el puerto de Guaymas, Sonora.

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