Redacción
Las grandes concentraciones de personas en los destinos turísticos no cesan de manifestarse a lo largo y ancho del país, aun y cuando el riesgo de contagio por COVID-19 sigue siendo altamente riesgoso, pues el mapa epidemiológico más reciente demuestra diversos Estados en color rojo, dejando en evidencia que la autoridad vela por otros intereses en plena crisis humanitaria de salud a nivel mundial.
El peligro de que el virus mute debido a la alta carga viral que se concentra en estas zonas tiene altas probabilidades de volverse realidad, pues, el turista regresa a su tierra de origen y la cadena de contagios se multiplica, lo que podría poner en riesgo la estrategia de inmunización colectiva y que todos los esfuerzos hechos a nivel mundial sean derribados por una variante altamente peligrosa, fruto de estas actividades que no son reguladas.
Pareciera que, los políticos que tienen negocios, intereses o compromisos con las altas esferas empresariales vean a las personas como desechables y que solamente se concentren en desplumar las billeteras que cargan para seguir sosteniendo sus grandes emporios, olvidando que todos están en el mismo barco con la calamidad que ya ha cobrado, al menos en México, 245 mil vidas, de las cuales 7233 muertes han emanado de Sinaloa. Queda claro que la cúpula empresarial es la que gobierna en el país utilizando la semblanza de los gobernantes para realizar sus actividades sin empacho alguno, beneficiando la alegría de unos a costa de la desgracia y la precariedad de otros.
Supuestos políticos como el químico Benítez de Mazatlán quien recibe con los brazos abiertos a la muerte en el puerto, demostrando una falta de empatía humana para todo el personal médico y aquellos quienes han fallecido en una cama de hospital a causa de la deficiencia respiratoria, no le importan en absoluto las estrategias de salud, mostrando una ignorancia ante ellas también, dejando a la ciudadanía con una gran preocupación acerca del futuro que les espera con esa clase política que simplemente vela por los proyectos económicos de los magnánimos hoteleros y comerciantes, algunos con cargos en la administración pública, sin una pizca de humanidad, aplicando el famoso dicho “primero mis dientes y luego mis parientes”.
