ROCHA NECESITA ALIADOS, NO PIEDRAS EN EL CAMINO DE LA TRANSFORMACIÓN

Redacción

La vida política en un ambiente de democracia que conlleva a sus actores al constante debate e intercambio de ideas, propuestas, proyectos y reconsideraciones de las formas en que se trabaja un plan de desarrollo en el servicio público.

Por otro lado, la democratización de una sociedad representa también el enfrentamiento y la medición de fuerzas entre grupos antagónicos que buscan perpetuar su postura de poder ante la ciudadanía.

Esto lo ha comprobado ya el gobernador Rubén Rocha Moya, pues, los años de experiencia en la lucha social, académica y política que lo llevaron hasta la silla del tercer piso en el Palacio de Gobierno, no han sido en vano, y esas enseñanzas se han manifestado en un proyecto administrativo sin precedentes en Sinaloa.

Pero para consolidar una obra de tal magnitud y que perdure con el transcurso de la historia, es necesario defender sus cimientos durante su formación de aquellos quienes buscan pasar por encima e indemnes de las inevitables y distintas transiciones de una estructura de poder a otra.

Frente a este hecho surgen las oposiciones y por naturaleza los combates que caracterizan cada periodo gubernamental entre las figuras políticas más importantes, sin embargo, la inteligencia y la astucia para operar el terreno de la gobernabilidad determina la configuración inicial y final de un tablero que se desdibuja para posibilitar en la medida de lo posible una transición exitosa.

Para ello, los aliados en los distintos sectores, como el legislativo, empresarial, partidista, simpatizantes, entre otros, son determinantes para sostener un anillo de defensa con rostros y aportes distintos, que lejos de obstruir el camino del gobernador y su proyecto, propicien un camino sobre el cual transitar de la mejor manera.

No obstante, no todo puede ser perfecto, y los resbalones o ansias de protagonismo por aquellos que llegan a considerarse como voceros predilectos de quien lleva las riendas del Estado, los conduce a tomar decisiones precipitadas y que sobrepasan los límites de su autoridad, pues se ven presas del hambre por figurar públicamente como actores de una gran hazaña que los consagre históricamente.

Esto, lejos de abonar a tácticas inteligentes y de concilio para llevar a buen puerto el periodo administrativo de Rocha Moya ha impedido que en algunas ocasiones él se concentre al cien por ciento en su trabajo, convirtiéndose en el apagafuegos de los distintos conflictos que provocan aquellos que se supone deberían de ayudarle.

De aliados a piedras en el camino, el badiraguatense ha tenido que hacer diversos ajustes pertinentes para que esta problemática no se vuelva un padecimiento crónico, empero no parece caerles el veinte a muchos que siguen cometiendo en los mismos errores y terminan por obstruir el terreno.

El telón de fondo que representa el estado de gobernabilidad es imprescindible para que el representante de la transformación estatal consolide su propósito de una política de primer contacto con la gente más necesitada, la cual se ha visto beneficiada en muchos aspectos, pues, sin marchas forzadas y resistiendo los embates, han sido la prioridad, llevando a cabo a su vez, con estas actividades, una reconversión de lo que significa hacer gestión pública.

Urge a la administración de la cuarta transformación de Rubén Rocha Moya ajustar la sintonía de la frecuencia que se debe seguir en su círculo más cercano para que el actuar con la razón sin ofuscación sea un signo de fortaleza y que las operaciones a realizar lleven el distintivo de un acto limpio e impecable, sin daños colaterales que perjudiquen el ritmo de gobernación que se lleva.

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